9. La canoa desaparecida

IslaNavarino (07)Sisoi escucha a su padre hablando con el vecino-por-dos-noches. El vecino le ayuda a reparar la canoa. Los vecinos han tenido un largo viaje antes de llegado, vienen nada menos que del otro lado del canal conocido como Beagle. El vecino les cuenta que allá pasaron horas de miedo e incertidumbre…

Al lado norte del Canal Beagle se encuentra Lapataia y bastante lejos de la Bahía Lapataia habían dejado su canoa. “¿Te imaginas, Sisoi?», le pregunta el vecino. «Nos adentramos para buscar leña y alimentos. Es muy difícil en esta temporada: hay tanta nieve, al menos un metro y medio. Esperamos que haya menos nieve en algunos lugares. Las posibilidades son escasas, vale la pena intentarlo, pero nada. Allá también el paisaje está totalmente cubierto de nieve. Ninguna rama que se asoma a través de la manta de nieve. Los troncos más grandes están congelados en el suelo. No encontramos ningún animal, todos los guanacos se han adentrado en las profundidades para protegerse entre los arbustos del frío viento.»
Reflexiona con su esposa e hijo. Aquí no hay nada. ¿A dónde irán? Juntos deciden cruzar el Canal Beagle y navegar en la canoa hacia las islas del sur. Allá el clima debería ser mejor. Regresan hacia la canoa.

Al regresar a la playa parece que se han perdido. No ven la canoa y fijamente los tres empiezan a buscar por toda la playa. El padre mira y mira fijamente. ¿Y ahora, dónde está la canoa? Su hijo gira mirando hacia el mar y la ve en medio del canal con dos personas enormes a bordo. ¡Se han llevado su canoa!

¿Y ahora qué? Sin canoa no pueden ir a ningún lado y sus utensilios de pesca aún están ahí. Se ponen en cuclillas uno junto al otro y se cuestionan sobre todo. Los hombres lucen tan grandes. ¿Serán habitantes de tierra de la Isla Grande? ¿Pero ellos sólo cazan animales terrestres con arco, verdad? ¿Qué estarán buscando en el agua? El tiempo pasa y mientras se les calientan los sesos.

De pronto ven la canoa girando, vuelve a la playa. Ahora pueden ver claramente a los dos hombres. No, a ellos no los conocen. Los extraños desembarcan enfrente de la costa y sacan la canoa arrastrándola. Caminan por la playa con las espaldas agachadas y en sus manos llevan manojos de pescado fresco.

El vecino continúa: «Camino hacía nuestra canoa, los hombres no están muy lejos y parecen tan fuertes. Este tipo de habitantes no suelen ser muy amigables.» Sisoi escucha con admiración al vecino y le pregunta con impaciencia: «¿Qué pasó entonces, después de todo era su canoa, no? ¿No te dio miedo?» «Claro», le responde el vecino, «Me acerco a ellos hasta unos diez metros de distancia, cuando me escuchan. Se dan la vuelta, se levantan y me miran con sus enormes ojos…

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